domingo, 15 de mayo de 2011

EL CONDE-DUQUE OLIVARES

Cuando se aproximaba el fin del reinado de Felipe III, las intrigas palaciegas se disputaban la confianza del futuro rey, el Príncipe de Asturias que llegaría a ser Felipe IV. El valido del rey, el Duque de Lerma, luchaba por obtener el favor del monarca con el apoyo de su yerno, el Conde de Lemos y de su primo, Fernando de Borja, gentil hombre de la cámara del príncipe, frente a sus dos hijos, el Duque de Uceda y el Conde de Saldaña. Olivares, que durante tanto tiempo había sido un personaje aislado en aquella casa, se había convertido en un estrecho aliado de los hijos contra su padre. 

También aprovechó el Conde-duque la posición de su tío Baltasar de Zúñiga en el Consejo de Estado (que él mismo había propiciado) para mover los hilos de palacio.
Tras la muerte del rey en 1621 debido a unas fiebres que contrajo en 1619 al regreso de un viaje a Portugal, donde su hijo había sido jurado como heredero de la corona portuguesa, el nuevo rey Felipe IV escogió al Conde-duque de Olivares como valido

Etapa final de Olivares: El ataque contra los catalanes, en el que intervino el propio Felipe IV, fue detenido en Lérida. El Rey, a su regreso a Madrid ordenó, el 23 de enero de 1643, el destierro del conde-duque de Olivares. Sus propósitos de unión no funcionaron e incluso estuvo a punto de conseguir la ruptura de la Monarquía hispánica, que continuó como una confederación de reinos. Sin embargo, Felipe IV decidió conservar su título de "Rey de todas las Españas", aunque en este tiempo esta expresión incluía a Portugal. De esta forma quedó fijada la denominación y los límites geográficos de la actual España.
La autonomía de cada territorio se reafirmó, dentro del llamado neoforalismo y desde el respeto exquisito a los fueros.

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